Libro: El eterno Adán - Julio Verne

El eterno Adán

Julio Verne

El extraordinario valor literario de El eterno Adán se ha visto afectado al menos por dos circunstancias que le han impedido alcanzar la importancia que merece. No sólo en el conjunto de la obra de Verne, sino incluso, como alguno lo ha resaltado, en parangón con las grandes obras de la literatura universal.

La primera tiene que ver con su autoría, puesto que es ya larga la serie de voces que han insistido en el papel que Michel Verne podría haber desempeñado en la redacción definitiva del relato, publicado primero en solitario en 1905 y más tarde formando parte de una serie de relatos póstumos agrupados con el título de Ayer y mañana, atribuidos algunos de ellos muy discutiblemente a su padre.

Nada está resuelto a este respecto: a la existencia de una copia manuscrita del texto de El eterno Adán de puño y letra de Michel Verne se contrapone la constancia del proyecto de su padre, con su redacción previa, de un relato titulado Edom, germen de El eterno Adán; a la presencia de un brío y una seguridad que cuesta atribuirle a un moribundo se contrapone la cultura bíblica necesaria para haberlo escrito, de la que generosamente disfruta el padre mientras el hijo en la misma medida carece de ella. Todo ello ahondando un misterio que amenaza no quedar nunca resuelto.

Pero lo que ha producido el rechazo de muchos y su voluntario alejamiento de El eterno Adán es su tono sombrío y pesimista, que lo distinguen de la mayoría de sus obras, admiradas justamente por lo contrario. En El eterno Adán no sólo los protagonistas sino la humanidad entera no tienen a su disposición los medios por los que acostumbran a escapar de su aniquilación los héroes vernianos, consistentes, se sabe, en una sabia mezcla de recursos científicos y la intervención de una más o menos velada providencia.