Libro: Arsenio Lupin - 08 La señorita de los ojos verdes - Leblanc, Maurice

Arsenio Lupin - 08 La señorita de los ojos verdes

Leblanc, Maurice

Escrito por Maurice Leblanc, pensado por el ilustre señor Raoul de Limézy, también conocido como Arsenio Lupin, en el drama intitulado "La chica de los ojos verdes" de 1927.

Lo trágico esta escondido entre las brumas de una prosa llana y directa, donde lo policial se entremezcla con cierto color social y descubre una pantomima donde la aventura trepidante, el suspenso inagotable y una máquina de generar situaciones jamás se agotan.

Y sin embargo, tan caro es en estos días encontrar un villano a la altura de los tiempos (y de las situaciones infelices con las que tropiezan), como caro es encontrar un héroe que no modele un perfecto traje de Amani sino un exacto e imperturbable traje echo con las medidas de un Sue, un Dumas o un Fleval, un Rohmer, un Allain/Souvestre, un Leblanc, o un más reciente Fleming o un Charteris. Y tras la negrita que adorna una escritura refinada pero implacable en sencillez y acción, se esconde un secreto filosófico único e inmortal (y no confundir, que se haya olvidado no quiere decir que haya fallecido). Veamos…

“El barón de Limézy vivía una de aquellas horas en las que la vida se encuentra, de algún modo, suspendida entre el pasado y el futuro. Un pasado, para él, lleno de acontecimientos. Un futuro que se anunciaba igual. En medio, nada. Y en este caso, cuando se tienen treinta y cuatro años creemos que la llave de nuestro destino está en manos de una mujer. Ya que los ojos verdes se habían desvanecido, Raoul decidió regular su incierto deambular a la claridad de los ojos azules…”

Esto es filosofía de tocador mientras Leblanc, con perfecto dominio de su pincel remata: “… casi enseguida, después de haber fingido tomar otro camino y volviendo sobre sus pasos, Raoul vio que el lechuguino de pelo engomado se había puesto de nuevo en marcha y, como él, seguía a la mujer desde la otra acera. Los tres personajes retomaron su marcha sin que la inglesa pudiera descubrir el cortejo que la seguía.”

Con un pulso claro e incisivo puede magistralmente embelezar los ojos del lector y no perder ni por un momento la atención sobre la acción, que se desenvuelve de manera misteriosa y, aparentemente, fruto del azar. Esto es pura vena de literatura popular, y como podemos apreciar una vena rica en contrastes, un paseo distinguido por un callejón plagado de aventuras.