Libro: El crucero de la Chatarra Rodante - Scott Fitzgerald, Francis

El crucero de la Chatarra Rodante

Scott Fitzgerald, Francis

Tres son los personajes de este libro: un hombre, una mujer y un automóvil. El es Francis Scott Fitzgerald, un escritor de talento cuya primera novela, A este lado del paraíso, acaba de convertirse en un bestseller. Ella es Zelda, su joven esposa, una flapper encantadora e imprevisible, con melena corta y pantalones de golf. Y el automóvil -auténtico protagonista del relato- es un viejo coupé deportivo de la marca Expenso, un Marmon 1917 de segunda mano al que sus dueños, por razones que al lector se le harán obvias, llaman la Chatarra Rodante.

Una mañana de julio de 1920, los tres parten desde Westport, Connecticut, rumbo a Montgomery, en el estado sureño de Alabama, donde viven los padres de Zelda. Se inicia así una descabellada travesía a lo largo de toda la Costa Este en la que, entre numerosos incidentes, averías, reventones, carreteras inundadas y hoteleros recalcitrantes, Zelda y Scott se lanzan a recorrer, al traqueteante ritmo de su Expenso, los casi dos mil kilómetros que los separan de la ciudad en que se conocieron. Escrito en 1922, durante la época dorada de Scott Fitzgerald, El crucero de la Chatarra Rodante es una de esas "obras menores" en las que suenan las notas más felices de un autor. Peregrinaje sentimental a la vez que documento de una época, el relato es todo un compendio de mitos americanos -la carretera, el automóvil, el viaje en su versión más yankee, el choque entre ciudad y provincia, entre el Norte y el Sur-, y anticipa modernísimamente algunos rasgos de la aventura "en el camino" que décadas más tarde haría suya la generación beat, con Kerouac al frente.

Escrito en un estilo "humorístico de punta a cabo", El crucero de la Chatarra Rodante participa de la euforia propia de la Era del Jazz, pero es atravesado también por un soplo melancólico, asociado aquí a la búsqueda de un mundo incontaminado perdido para siempre: -Ser joven, viajar rumbo a las lejanas colinas, ir hacia el lugar en donde la felicidad colgaba de las ramas, como un anillo que atrapar, como una luminosa guirnalda que conquistar... Todavía era algo que se podía hacer, pensábamos nosotros, un refugio contra la monotonía y las lágrimas y la desilusión propias del mundo estacionario-. El crucero de la Chatarra Rodante, que apareció en un día en la revista norteamericana Motor, fue redescubierto recientemente por la exquisita editorial italiana Sellerio, experta en rastrear rarezas literarias.