No me esperes a cenar

Tizia, una joven y bella vienesa ha conseguido casarse con el soltero más deseado de todo París. Fausto SaintApoll tiene el cuerpo de un dios griego, el dinero de un jeque árabe y la galante simpatía de un actor.

Sin embargo, hay algo que no cuadra en este cuento de hadas. Tras el matrimonio, como por ensalmo, desaparecen las palabras bonitas. El dinero parece esfumarse, y el cuerpo anhelado de Fausto, aquel por el que suspiran todas las jóvenes parisinas, se hace cada vez más reticente.

Tizia, aleccionada por unas cuantas almas malpensantes, comienza a comprender que en la alta sociedad parisina prima un juego del que ella, tarde o temprano, también tendrá que participar: la infidelidad. Es sano, le dicen, siempre y cuando sea discreto y nunca, nunca jamás, se ha de confesar.

La elegante vienesa se verá enfrentada a la tentación, al despecho, al desamor. Ante la duda decidirá salvar su matrimonio, pero tan sólo para darse cuenta de que Fausto, el hombre al que ha vendido su corazón, tiene algo aún más grave que ocultar.