Libro: Prisión espacial - Godwin, Tom

Prisión espacial

Godwin, Tom

Durante siete semanas la nave Constellation había estado surcando los espacios con sus ocho mil colonos; huyendo como alma que lleva el diablo, con todas las señales comunicativas silenciadas, y con los mandos gimiendo y retumbando. Irene había oído decir que arriba en la sala de control, las agujas de los diales danzaban contra las rojas líneas de peligro día y noche.

Estaba en la cama escuchando el apagado e incesante rumor de los mandos y podía sentir la melódica vibración de la nave. —Ya casi estamos a salvo —pensó ella—, Athena está sólo a cuarenta días. Pensando en la nueva vida que les aguardaba a todos ellos, se le hacía imposible permanecer allí quieta ni un solo minuto más.

Se levantó, sentándose al borde de la cama, y encendió la luz. Dale se había ido. Había sido requerido para ir a ajustar una de las máquinas de la sala de los rayos X de la nave, y Billly estaba durmiendo, sin dejar apenas ver nada de su personita, que quedaba casi totalmente cubierta por las ropas de la cama. Sólo podía verse un poco de sus cabellos y la peluda naricita de su osito de felpa. Se inclinó un poco para arreglarle la ropa, suavemente, procurando no despertarle.

Fue entonces precisamente, en aquel momento, cuando sucedió lo que todos ellos habían estado temiendo. De la popa de la nave sonó una explosión que lo hizo agitar todo. Fue espantoso. La nave se estremeció violentamente. Las traviesas crujieron, y la luz se apagó. En medio de la oscuridad pudo oír el rápido sistema automático que cerraba cada una de las puertas de los distintos compartimentos, aislándolos así, repentinamente, de las secciones que habían quedado destruidas, sin aire.

Las puertas estaban todavía cerrándose, como quien dice, cuando oyó otra explosión, esta vez desde la parte de proa. Luego todo quedó en silencio. Una sensación extraña de total silencio y quietud.

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