Libro: Otros días, otros ojos - Shaw, Bob

Otros días, otros ojos

Shaw, Bob

Un tipo que construye parabrisas para deportivos comienza a descubrir que los primeros modelos que salieron sufren más accidentes de lo que es normal; el motivo es que el conductor recibe las imágenes a través del cristal un segundo más tarde que el hecho en sí.

Como cristal irrompible no es recomendable para coches pero la “Retardita”, como la llama a partir de entonces tiene cientos de posibilidades que pueden cambiar el mundo. El vidrio lento tiene sólo unos centímetros de espesor salvo para las ondas lumínicas; para éstas el grosor es de varios millones de kilómetros. Así, cuando el cristal sale de la fábrica, es totalmente negro, la luz todavía lo está atravesando; la gente los lleva junto a lagos, praderas y sitios idílicos, luego, al cabo de varios años (se venden por el tiempo que acumulan en su interior) no hay más que ponerlo en una ventana para tener una vista panorámica permanente. Las farolas no hay más que sustituirlas por cristales con doce horas de retraso para que por la noche expulsen la luz que se filtró por el día.

Pero como todos los inventos perfectos que caen en un mundo tan imperfecto como éste pronto se descubren otros usos que harán que la gente se replantee el fenómeno del vidrio lento. La intimidad de nadie puede ya estar a salvo si un cristal del tamaño de una lenteja puede verlo todo y los cristales de las ventanas se convierten, tarde o temprano en testigos infalibles de robos y crímenes...